jueves, 8 de octubre de 2009

Te pregunto, Señor

Te pregunto, Señor,
es ésta la hora
o debo esperar que tu victoria nazca
de mi muerte?

Estoy en la infancia de tu nombre.
Voy de la mano por tu desangrada noche;
me caigo, me levanto,
vuelvo a caer arrastrándote conmigo
en la ceguedad de mis pasos.

No soy como tus santas,
tus esposas,
Teresa, Clara, Catalina,
que el Ángel sostiene en vilo
sobre la oscuridad de la tierra,
mientras tu aliento
tempranamente las madura.

No soy siquiera como aquellas
que te siguen humildes
en el quehacer del pan y la casa,
pero amamantando tu esperanza
sin saber de tus graves decisiones.

Soy como soy,
yo misma,
la de siempre,
con esta muerte diaria
y la experiencia triste
que guardo en los cajones
como cartas;
con mi pelo, mi lengua, mis raíces,
y el escándalo que hago con tu nombre
para oírme;
y tu amor que revivo en mí cada mañana,
masticando tu cuerpo
como un perro su hueso.

Y nada me ha cambiado.
Me derriba en el cuerpo de mi sombra
cada acto de amor, cólera o llanto,
espadas que me cruzan y te cruzan.
De todo lo que fue,
de lo que espero,
el alma se me quema.
Y no fulgura.

/Clara Silva/ Las Bodas/

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