lunes, 5 de octubre de 2009

delante de los tanques

A los que apoyaron y rechazaron mis
artículos de la Huelga Nacional, a los
que cínicamente guardaron silencio,
pero sobre todo, a los que censuraron los
artículos, porque la independencia de
Puerto Rico ni se vende, ni se comercia,
ni se cambia.


Sólo Dios podrá librarte de los tanques,
y de los agentes del F.B.I.
y de la C.I.A.
podrá librarte Dios, porque El te ha puesto
en el lugar más difícil y en la noche plus
remota te ha sembrado como a estatua.
Te ha dejado caer
cínicamente
a la escoria del deseo y su
propósito se ha hecho desconocido
para ti
(que fuiste hecho de la escoria de la luz
y del esplendor de las sombras fuiste hecho).

El Señor conoce tus angustias y ha oído el llanto
de borra de tu pueblo. He aquí que estás
hoy delante de los tanques y
delante de los espías del sueño, y
de los espías de la realidad kafkiana
con un sombrero de bombín y un bastón joyceano
y digo lo que tengo que decir,
aunque el mundo se torne más raro para ti,
y los abanicos japoneses
(de nácar, de jade)
del Maricón de Palacio,
do Equis sonríe día de fiesta,
se tornen polvo de mariposas hastiadas
y polvo de orgasmo sean como fuiste
y polvo de estrellas serán
cuando se quemen en la luz.

Más cara es la muerte
que la máscara del príncipe que fuiste.
Más rara es la sonrisa de azul
de las moscas de la muerte que el Mesía-Iván,
cibernético,
dandysta,
oscuro,
te ofrece contra tu propia dimensión.

He aquí que Dios es plus otoño que los lunes falsos,
a la cola del ángel
(la fiebre en ruina,
la sombra socavada,
-el coche del pavo real, la muerte-)
te contemplan unánimemente en los anfiteatros de la dicha.

Y los que pasan como si volvieran,
viernes sociales a las puertas del Hades
(discotecas de las niñas delgadas,
hilitas,
finitas moscas
-orgasmos de azul
con las navajas infectadas,
con las agujas infectadas,
como los falos infectados-).
El ángel Logopeia,
del ala rota,
de espejo tuerto,
baila, estipula,
dos más dos,
el algebra falsa de la ciencia
delante de los tanque de vidrio.

En el Desastre del poema
(¡oh, Dios, apiádate de Iván!)
en el deseo y
la compañía del ángel Melopeia
(espejo de Orfeo, razón de Eurídice)
imagen falsa de Narciso
(los envidiosos marchan bombín al hombro)
se derrama como sombras inventadas.
Y el día del Señor,
está marcado en el rostro de Tassis,
empozado en el alma del ángel Fonopeia:
(mariposa,
más mariposas de las sombras rosas,
blanca sombra de más mariposas espinas):
dragón del cielo y
dragón del agua dulce,
de nácar,
de jade,
del pavo real de loza
las sombras filigrana de Dios,
lujosas,
de quebrantos en los abanicos japoneses que sangran,
lujos de la imagen falsa,
deshecha,
rota.

¡Oh, Latinoamérica inmortal!
¡Oh, Ramera de los palacios encendidos!
Dios habita en el corazón del Huésped.
Y ciertamente, Equis,
herirá las cabezas mariconamente
(y levantará las sombras una vez más,
-y los leprosos, los sidistas, los poetas-),
anhelarán y desearán que
la república
se cumpla,
carnemente,
aunque esté hoy,
o mañana, delante de los tanques
(porque Tiatira se ha apartado de la voz
y miente,
y se vende,
y se manosea con los invasores
monedas falsas,
en los sueños,
en los denarios
--almas apócrifas que se venden
como en la iglesia de Sardis en México,
o en el Rico Puerto de la muerte de Colombia,
o en Brasil donde los agentes
fusilan niños de cartón
y venden páncreas podridos de cáncer
y bistec,
y langostas,
y ruiseñores petrificados en la dicha--.

Donde tu voz zarzamente delante de los filisteos,
carne de Dios tu lengua mechada,
carne de Iván electronizado
a su silla eléctrica de papel,
defectiva, inútil,
como la Venus dariana
que arrastra su pus
y contamina la comunión cuando escupe
rosas
rosas,
y más rosas de vidrio en las mariposas de lata,
cuando el Señor denuncia,
el Señor mismo,
harraposamente,
inconfundible,
eterno y prosaico,
la traición de los invasores que votan
(cubana, yanqui, dominicamente),
por un pedazo de pan,
por un pedazo de vidrio,
y por un pedazo de lentejas amargas también:
ratas dulces,
desastrosas
contra los hijos del exilio y
contra los hijos de la patria.

Delante de los espías, Dios, es más amargo que Iván,
porque yo que te he probado,
comuniónmente,
te escupo cotidianamente,
salivo,
porque no puedo Contigo.
Eres demasiado para mí,
Eres
amargo aunque escupas tu saliva santa,
contra los barcos de guerra.
¡Oh, Señor, ten piedad, y
yo iré desde lo plus profundo de la escoria,
jonasmente joven, jorobado,
Jeremías,
jeroglífico, a tu jardín
do soy el Jano tuyo
a decir lo que tenga que decir
del pasado y el povenir
(mariposa muerta contra el gobierno
-alas de tiza y de hollín,
o del Incordio Tuyo
contra los que trafican las alas en los microbios
de los vasos del templo-
a la hora de mona,
a la hora coja,
a la hora de Luzbel).

Es el día señalado donde el
corazón del Tigre,
a la iglesia de Washington,
-maldice Dios y ríe-,
porque vano es el ejército y el Pentágono, si digo:
¡Oh, Latinoamérica, levántate,
que el Señor te llama ilegalmente
(noche de seda -sueño de hilo de oro-)
si no te vendes!
Porque el ojo del Señor se
ha roto vulva,
cretinamente,
en la sangre de los mares
que pluvian amanecidos.
Demasiadas aurosas hay hoy
en que arrojo palabras
delante de los tanques:
molotov, alfileres, imperdibles,
delante de los agentes del F.B.I.,
para que no vean que el Señor
me ha colocado
pluscuamperfectamente
para que diga
en el había
del hoy
lo que tengo que decir en el ahora:
salmo de coágulos y de sueños,
y diga que soy,
el ángel del Hedor,
delante de los tanques.

Hoy también son los días crueles de abril,
hoy Elliot orina contra las rosas y el
hombre se mira ante el espejo empolvado,
acicalado,
preguntando quién lo orina, y
se ríe de sí con su sonrisa vaga.

Hoy es el día en que los sueños despertaron
y no importa que los tanques avancen,
no importa que la mare-lluvia
llueva
para arriba
y que tu casa herida
se llene de centauros rosas, y
de centauros verdes.

No importa que los tanques avancen
sobre las rosas de vidrio y
que en cada farol de Broadway
amanezca una madre ahorcada.
No importa que los tanques avancen
y disparen bombas en las vulvas de las niñas,
y que los tanques vuelen,
gaviotamente,
contra los ojos de los negros.
No importa que abril sea abril,
o que agosto sea diciembre,
la muerte vestida,
como una madre de novia,
orina impúdica, y sídicamente
orina orquídeas
y lirios,
y cruz de marta y miramelinda
(¡y miráme, Dios, con mi cara de gato!)
que las flores cantan
fábulamente hosanas en las niñas de trapo
contra la boca de los tanques,
las niñas cantan.
No importa que las madres de piedras
y las madres de panes
bailen
y que nadie oiga sus risas de Hades,
y sus risas de cielos,
y que nadie oiga lingüísticamente los gritos
(reales e irreales),
porque Dios los está oyendo en mis palabras.
Dios está diciendo,
con la boca del poeta,
lo que nadie quiere decir democráticamente.

No importa que los tanques avancen.
Es inútil,
demasiado tarde,
para que los ataúdes naufraguen
ruiseñormente en el Hudson,
naufraguen ocas en el Sena,
y pitirres de plomo
--flamboyanes en los sueños de limos de Martín Peña,
si mil carabelas ululan
en las noches en que ulularon,
por los cuentos infantiles,
grandes príncipes ebrios,
como Iván naufraga,
ebrios de amor y de tormento.

Mil carabelas exhiben las espadas de oro
y los caballos alados contra los tanques de chatarra.
Mil lenguas de madres cortadas yugularmente
a la hora de mona,
a la hora terrible del exilio,
donde ángeles oscuros
venden prepuciamente
bálanos de metal
y de cervezas.
Mil caballeros deshilan
las sombras de los niños muertos
y mil caballeros más recogen el trapo
muerto de la carne
(el nombre muerto de las madres muertas)
para que las nanas no se deshilen
en el llanto de los niños cenizados.
Y mane el mare,
y mane la lluvia, y
el fuego crezca,
pétalo a pétalo,
contra el eclipse de las rosas.

Yo sé que los tanques avanzan,
pero el viento ulula,
la muerte lenvanta barricadas
y hermosos príncipes,
como Iván,
de largas cabelleras de mapos
descuelgan los senos de las madres
y prepuciamente,
como si estuviéramos
delante del hedor,
como si estuviéramos delante de la historia,
dicen lo que tienen que decir:
Levántate, tú, ilegalmente,
Cara de Gato,
ebrio de amor siembra lirios y ocas,
y siembra más amargura,
siembra plus profundo
añejamente, Jonas,
siembra abriles, y mayos y junios,
contra los tanques que avanzan.

¡No te rindas por amor, tú que me oyes,
tampoco te rindas frente al odio
ahora que los tanques disparan contra el cielo!
Estamos frente al verano
y los flamboyanes
se levantan inquietantes
contra las murallas de las sombras
y contra los lirios de las murallas,
mientras los atalayas,
de uno en uno,
contemplan los ojos de la muerte

(24 de noviembre de 1997, 17 de marzo de 1998, 16 de julio de 1998. Nueva York).

/Ivanóskar Silén Acevedo/

No hay comentarios: