En raídos sillones, las viejas cortesanas,
pintadas cejas, pálidas, insinuantes miradas,
mimoseando y dejando de sus flacas orejas
sonar un tintineo de piedra y de metal.
Rostros sin labios junto a los verdes tapetes,
descoloridos belfos, desdentadas mandíbulas
y dedos temblorosos a causa de la fiebre
registrando el bolsillo o el seno palpitante;
bajo sucios plafones, un conjunto de arañas
y de enormes quinqués proyectando sus luces
sobre las sombrías frentes de poetas ilustres
que, sin tasa, malgastan sus sangrientos sudores:
tal es el negro cuadro que, en un sueño nocturno,
contemplé dibujarse frente a mi ojo tenaz.
Yo mismo en un rincón del cargado recinto
me he visto, frío, de codos, acechante, en silencio;
envidiaba a esa gente su pasión persistente,
a esas antiguas putas su fúnebre alegría;
tanta arrogancia en todos, traficando en mi cara,
el uno con su honor, la otra con su belleza.
Y mi alma se turbaba de envidiar tales seres,
corriendo con fervor al abismo entreabierto
y que, ebrios en su sangre, siempre preferirían
el dolor a la muerte y el infierno al no ser.
/Charles Baudelaire/Las flores del mal/
jueves, 29 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario