sábado, 31 de octubre de 2009

A la que es más alegre

Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.

El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.

El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.

Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.

Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;

Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.

Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,

A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.

Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.

/Charles Baudelaire/

viernes, 30 de octubre de 2009

amor engañoso

Cuando te veo cruzar, oh mi amada indolente,
Paseando el hastío de tu mirar profundo,
Suspendiendo tu paso tan armonioso y lento
Mientras suena la música que se pierde en los techos.

Cuando veo, al reverbero del gas que va tiñéndola,
Tu frente aureolada de un mórbido atractivo
Donde las luces últimas del sol traen a la aurora,
Y, como los de un cuadro, tus fascinantes ojos,

Me digo: ¡qué bella es! , ¡qué lozanía extraña!
El taraceado recuerdo, pesada y regia torre,
La corona, y su corazón, prensado como fruta,
Y su cuerpo, están prestos para el más sabio amor.

¿Serás fruto que en otoño da sazonados sabores?
¿Vaso fúnebre que aguarda ser colmado por las lágrimas?
¿Perfume que hace soñar en perfumes lejanísimos,
Almohadón acariciante o canastilla de flores?

Sé que hay ojos arrasados por la cruel melancolía
Que no guardan escondido ningún precioso secreto,
Bellos estuches sin joyas, medallones sin reliquias
Más vacíos y más lejanos, ¡oh cielos!, que esos dos tuyos.

Pero ¿no basta que seas la más sutil apariencia,
Alegrando al corazón que huye de la verdad?
¿Qué más da tontería en ti o qué más da indiferencia?
Te saludo adorno o máscara. Sólo adoro tu belleza.

/Charles Baudelaire/

jueves, 29 de octubre de 2009

El juego

En raídos sillones, las viejas cortesanas,
pintadas cejas, pálidas, insinuantes miradas,
mimoseando y dejando de sus flacas orejas
sonar un tintineo de piedra y de metal.

Rostros sin labios junto a los verdes tapetes,
descoloridos belfos, desdentadas mandíbulas
y dedos temblorosos a causa de la fiebre
registrando el bolsillo o el seno palpitante;

bajo sucios plafones, un conjunto de arañas
y de enormes quinqués proyectando sus luces
sobre las sombrías frentes de poetas ilustres
que, sin tasa, malgastan sus sangrientos sudores:

tal es el negro cuadro que, en un sueño nocturno,
contemplé dibujarse frente a mi ojo tenaz.
Yo mismo en un rincón del cargado recinto
me he visto, frío, de codos, acechante, en silencio;

envidiaba a esa gente su pasión persistente,
a esas antiguas putas su fúnebre alegría;
tanta arrogancia en todos, traficando en mi cara,
el uno con su honor, la otra con su belleza.

Y mi alma se turbaba de envidiar tales seres,
corriendo con fervor al abismo entreabierto
y que, ebrios en su sangre, siempre preferirían
el dolor a la muerte y el infierno al no ser.

/Charles Baudelaire/Las flores del mal/

miércoles, 28 de octubre de 2009

Una carroña

Recuerdas el objeto que vimos, mi alma,
Aquella hermosa mañana de estío tan apacible;
A la vuelta de un sendero, una carroña infame
Sobre un lecho sembrado de guijarros,

Las piernas al aire, como una hembra lúbrica,
Ardiente y exudando los venenos,
Abría de una manera despreocupada y cínica
Su vientre lleno de exhalaciones.

El sol dardeaba sobre aquella podredumbre,
Como si fuera a cocerla a punto,
Y restituir centuplicado a la gran Natura,
Todo cuanto ella había juntado;

Y el cielo contemplaba la osamenta soberbia
Como una flor expandirse.
La pestilencia era tan fuerte, que sobre la hierba
Tú creíste desvanecerte.

Las moscas bordoneaban sobre ese vientre podrido,
Del que salían negros batallones
De larvas, que corrían cual un espeso líquido
A lo largo de aquellos vivientes harapos.

Todo aquello descendía, subía como una marea,
O se volcaba centelleando;
Hubiérase dicho que el cuerpo,
inflado por un soplo indefinido,
Vivía multiplicándose.

Y este mundo producía una extraña música,
Como el agua corriente y el viento,
O el grano que un cosechador con movimiento rítmico,
Agita y revuelve en su harnero.

Las formas se borraron y no fueron sino un sueño,
Un esbozo lento en concretarse,
Sobre la tela olvidada, y que el artista acaba
Solamente para el recuerdo.

Detrás de las rocas una perra inquieta
Nos vigilaba con mirada airada,
Espiando el momento de recuperar del esqueleto
El trozo que ella había aflojado.

—Y sin embargo, tú serás semejante a esa basura,
A esa horrible infección,
Estrella de mis ojos, sol de mi natura,
¡Tú, mi ángel y mi pasión!

¡Sí! así estarás, oh reina de las gracias,
Después de los últimos sacramentos,
Cuando vayas, bajo la hierba y las floraciones crasas,
A enmollecerte entre las osamentas.

¡Entonces, ¡oh mi belleza! Dile a la gusanera
Que te consumirán los besos,
Que yo he conservado la forma y la esencia divina
De mis amores descompuestos!

/Charles Baudelaire/Las flores del mal/

martes, 27 de octubre de 2009

Mujeres condenadas (Delfina e Hipólita)

A la luz pálida de las lámparas fallecientes,
Sobre blancos cojines impregnados de olor,
Hipólita soñaba con los besos potentes
Que alzaban la cortina de su joven candor.

Buscaba con mirada que turbó la extrañeza
El firmamento de su inocencia ya lejana,
Al igual que un viajero que vuelve la cabeza
Hacia el azul horizonte que cruzó la mañana.

Las perezosas lágrimas de sus ojos velados,
Su sorpresa, su fatiga, su obscura locura,
Los brazos como inútiles armas abandonados
Todo a engalanar servía su frágil hermosura.

Extendida a sus pies, calma de gozo presa
Delfina la espiaba con sus sus ojos ardientes,
Como el animal fuerte que vigila una pieza
Tras haberla primero marcado entre los dientes.

Hermosa fuerte de hinojos ante una frágil bella
Espiaba voluptuosa el triunfo de su intento,
Como un vino, soberbia se inclinaba hacia ella
Como para recoger dulce agradecimiento.

De su pálida victima en los ojos buscaba
El mudo cántico que el placer canta en su giro,
Y aquella gratitud, infinita y esclava
Que parte de los parpados como un largo suspiro.

-“Hipólita, alma mía ,¿qué dices de esas cosas?
¿Te has dado cuenta que ahora que no hay que entregar
El sagrado holocausto de tus primeras rosas
Al fuerte soplo que las pudiera marchitar?

Mis besos son ligeros como los de las estrellas
Que acarician de noche los lagos transparentes;
Pero los de tu amante clavarían sus huellas
Como las de una carreta o un arado hirientes.

Sobre ti pasarían como una caravana
De caballos y bueyes con cascos sin piedad.
Vuelve pues ese rostro, Hipólita, oh mi hermana,
Tú, alma y corazón mío, mi todo, mi mitad.

Torna a mí de tus oíos los azulados cielos,
Por solo una mirada de encanto sin confín,
De placeres aún más obscuros alzaré el velo,
¡y habré de adormecerte en un sueño sin fin!”

Pero Hipólita entonces, levantando la frente:
“No soy ingrata, Delfina mía, ni me apena
Tu amor, pero penando estoy de un mal mordiente,
Como después de una nocturna y terrible cena.

Caer sobre mi siento terrores enfermizos,
Y vagos batallones de fantasmas obscuros,
Que me llevan por caminos resbaladizos,
Ceñidos siempre por ensangrentados muros.

¿Habremos cometido algún negro extravío?
Explícame si puedes, esta turbación loca:
De terror me estremezco si me dices: Bien mío,
Y sin embargo, siento que hacia ti va mi boca.

No me mires así, oh mi única amada,
Tú, a quien quiero por siempre, mi hermana de elección,
Aún cuando para mi fueras mi firme emboscada,
Y hasta el inicio mismo de mi condenación”.

Y sacudiendo Delfina su crin volcánica,
Como convulsionada sobre un trípode eterno,
Respondido-la mirada fatal- , con voz tiránica:
-“¿Quién ante el amor se atreve a hablar del infierno?

¡Maldito sea para siempre y remisión,
El soñador inútil que pensó en su necedad,
Presa haciéndose de un problema sin solución,
En cosas del amor mezclar la honestidad!

¡El que quiera fundir en un acorde místico
La noche con el día , la sombra y el calor,
Nunca calentara su cuerpo paralítico,
En ese sol bermejo que llaman el amor!

Ve, si deseas, un novio estúpido a buscar,
Correa ofrendarte a sus besos despiadados:
Y de remordimiento y horror llena a ocultar
Vendrás en mi después tus senos magullados.

¡No se puede aquí abajo servir a mas de un amo!”
Pero la criatura, con grandiosa pasión,
Gritó de pronto:-“Siento que se abre a tu reclamo
En mi un abismo y esa profundidad es mi corazón!

¡Hondo como el vacío, como un volcán quemante!
¡Nadie saciará al monstruo gemebundo e insano,
Ni la sed de la Euménide calmará, torturante,
Que lo quema hasta el fondo con la antorcha en la mano!

Qué los cortinados nos separen del mundo
Y que solo el cansancio de descanso al amor!
¡Yo deseo aniquilarme en tu cuerpo profundo,
Y hallar en tu seno la tumba del frescor!”

Víctimas lamentables, descended, bajad de grado,
Descended camino al infierno imperecedero,
A lo más profundo de la sima en que los flagelados
Todos los crímenes por vientos de alas de acero,

Bullen mezclados con huracanes bramadote.
Sombras locas, corred del deseo al abrigo;
Nunca conseguiréis saciar vuestros furores,
Y de vuestros placeres se engendrará el castigo.

Jamás un rayo fresco brilla en vuestras cavernas;
Por las grietas del muro los miasmas venenosos
Se filtran e inflaman lo mismo que linternas,
Y empapan vuestros cuerpos de aromas espantosos.

Reseca vuestra carne y vuestra sed acosa
La fecundidad áspera de vuestra conjucción
Y hace de la lujuria la ráfaga furiosa
Crujir vuestra piel como un alejado pabellón.

¡Lejos de toda vida, errantes, condenadas,
A traves del desierto como lobos fugáis;
Cumplid vuestro destino, almas desordenadas,
Y huid del infinito que en vosotros portáis!


/Charles Baudelaire/Las flores del mal/

lunes, 26 de octubre de 2009

Francesca

Saliste de la noche
Y había flores en tus manos,
Ahora saldrás de una muchedumbre,
De una confusión de habladurías sobre ti.

Yo que he sabido verte entre las cosas esenciales
Me enojé cuando pronunciaron tu nombre
en lugares comunes.
Quisiera que las frías olas fluyeran sobre mi mente,
Y que el mundo se secara como una hoja muerta,
O como una semilla de diente de león que fuera arrasada,
Así tal vez pueda hallarte de nuevo,
Sola.

/Ezra Pound/

domingo, 25 de octubre de 2009

Viaje a Citerea

Mi corazón, como un pájaro, voltigeaba gozoso
Y planeaba libremente alrededor de las jarcias;
El navío rolaba bajo un cielo sin nubes,
Cual un ángel embriagado de un sol radiante.

¿Qué isla es ésta, triste y negra? —Es Citerea,
Nos dicen, país celebrado en las canciones,
El dorado banal de todos los galanes en el pasado.
Mirad, después de todo, no es sino un pobre erial.

—¡Isla de los dulces secretos y de los regocijos del corazón!
De la antigua Venus, soberbio fantasma
Sobre tus aguas ciérnese un como aroma,
Que satura los espíritus de amor y languidez.

Bella isla de los mirtos verdes, plena de flores abiertas,
Venerada eternamente por toda nación,
Donde los suspiros de los corazones en adoración
Envuelven como incienso sobre un rosedal

Donde el arrullo eterno de una torcaz
-Citerea no era sino un lugar de los más áridos,
Un desierto rocoso turbado por gritos agrios.
¡Yo, empero, vislumbraba un objeto singular!

No era aquello un templo sobre las umbrías laderas,
Al cual la joven sacerdotisa, enamorada de las flores,
Acudía, encendido el cuerpo por secretos ardores,
Entreabriendo su túnica las brisas pasajeras;

Pero, he aquí que rozando la costa, más de cerca
Para turbar los pájaros con nuestras velas blancas,
Vimos que era una horca de tres ramas,
Destacándose negra sobre el cielo, como un ciprés.

Feroces pájaros posados sobre su cebo
Destruían con saña un ahorcado ya maduro,
Cada uno hundiendo, cual instrumento, su pico impuro
En todos los rincones sangrientos de aquella carroña;

Los ojos eran dos agujeros, y del vientre desfondado
Los intestinos pesados caíanle sobre los muslos,
Y sus verdugos, ahítos de horribles delicias,
A picotazos lo habían absolutamente castrado.

Bajo los pies, un tropel de celosos cuadrúpedos,
El hocico levantado, husmeaban y rondaban;
Una bestia más grande en medio se agitaba
Como un verdugo rodeado de ayudantes.

Habitante de Citerea, hijo de un cielo tan bello,
Silenciosamente tu soportabas estos insultos
En expiación de tus infames cultos
Y de los pecados que te ha vedado el sepulcro.

Ridículo colgado, ¡tus dolores son los míos!
Sentí, ante el aspecto de tus miembros flotantes,
Como una náusea, subir hasta mis dientes,
El caudal de hiel de mis dolores pasados;

Ante ti, pobre diablo, inolvidable,
He sentido todos los picos y todas las quijadas
De los cuervos lancinantes y de las panteras negras
Que, en su tiempo, tanto gustaron de triturar mi carne.

—El cielo estaba encantador, la mar serena;
Para mí todo era negro y sangriento desde entonces.
¡Ah! y tenía, como en un sudario espeso,
El corazón amortajado en esta alegoría.

En tu isla, ¡oh, Venus! no he hallado erguido
Mas que un patíbulo simbólico del cual pendía mi imagen...
—¡Ah! ¡Señor! ¡Concédeme la fuerza y el coraje
De contemplar mi corazón y mi cuerpo sin repugnancia!

/Charles Baudelaire/Las flores del mal/

sábado, 24 de octubre de 2009

Te adoro igual

Te adoro igual que a la bóveda nocturna,
¡oh vaso de tristeza, gran taciturna!
Y te amo tanto más, bella, cuanto más me huyes;
y cuanto más me pareces encanto de mis noches,
irónicamente aumentar la distancia
que separa mis brazos de la inmensidad azul.
Avanzo en los ataques y trepo en los asaltos
como junto a un cadáver un coro de gusanos,
y amo tiernamente, bestia implacable y cruel,
incluso tu frialdad, que aumenta tu belleza.

/Charles Baudelaire/

viernes, 23 de octubre de 2009

Balada del fino amor


"Voi che sapete ragionar d'amore,
udite la ballata mia pietosa".
Dante


Bajo el remoto azul de un cielo en calma,
y al susurrar de la alameda umbría,
para tu elogio he de contar un día
cómo fue que el amor nos llegó al alma.

Cómo fue...¿Pero acaso, no es sabido
el modo de venir que tiene el ave,
cuando recobra, peregrina y suave,
la solitaria intimidad del nido?

O alguien ignora lo que pasa, cuando
la luna de las flébiles congojas,
a través de las almas y las hojas,
derrama sombra y luz, como llorando?

Y habrá quien no haya visto en un inerte
crepúsculo, de gélidos candores,
caer las violetas ulteriores,
de las lánguidas manos de la muerte?


/Leopoldo Lugones/

jueves, 22 de octubre de 2009

Amor

Amor que en una soledad de perla
veló el misterio de su aristocracia,
donde, sino el encanto de tu gracia,
no hay otro que estar triste de no verla.

Dichosa angustia de buscar tus manos,
como si en la tristeza incomprendida
de tus ojos profundos y lejanos,
hubiera ya un comienzo de partida.

Trémula adoración que es el sustento
de aquella aroma que tu amor resume:
levedad generosa del perfume
cuya vida es un desvanecimiento.

Ligero llanto en que la dicha emana
su oscura plenitud de noche bella.
Inquietud de mirarte tan lejana
y tan azul, que te me has vuelto estrella.


/Leopoldo Lugones/

miércoles, 21 de octubre de 2009

Capital de provincia

Ciudad de sucias tejas soleadas:
casi eres realidad, apenas nido
sólo un rumor, un humo desprendido,
de las praderas verdes y asombradas.
Luego hay hombres de vidas apretadas
a tu destino semiderruido
y muchachas que crecen entre el ruido
cual si estuvieran entre amor sembradas.
A casi todas miro tiernamente,
y los viejos alegran tus afueras
con sus traviesas cabelleras blancas.
Yo estoy contento y, cariñosamente,
caballo gris me gustaría que fueras
para darte palmadas en las ancas.

/Ángel González/

martes, 20 de octubre de 2009

Canción de amiga

Nadie recuerda un invierno tan frío como éste.

Las calles de la ciudad son láminas de hielo.
Las ramas de los árboles están envueltas en fundas de hielo.
Las estrellas tan altas son destellos de hielo.

Helado está también mi corazón,
pero no fue en invierno.
Mi amiga,
mi dulce amiga,
aquella que me amaba,
me dice que ha dejado de quererme.

No recuerdo un invierno tan frío como éste.


/Ángel González/

lunes, 19 de octubre de 2009

eso era amor

Le comenté:
—Me entusiasman tus ojos.
Y ella dijo:
—¿Te gustan solos o con rimel?
—Grandes,
respondí sin dudar.
Y también sin dudar
me los dejó en un plato y se fue a tientas.

/Ángel González/

domingo, 18 de octubre de 2009

El primer coro de la roca

Versión de Jorge Luis Borges


Se cierne el águila en la cumbre del cielo,
el cazador y la jauría cumplen su círculo.
¡Oh revolución incesante de configuradas estrellas!
¡Oh perpetuo recurso de estaciones determinadas!
¡Oh mundo del estío y del otoño, de muerte y nacimiento!
El infinito ciclo de las ideas y de los actos,
infinita invención, experimento infinito,
trae conocimiento de la movilidad, pero no de la quietud;
conocimiento del habla, pero no del silencio;
conocimiento de las palabras e ignorancia de la palabra.
Todo nuestro conocimiento nos acerca a nuestra ignorancia,
toda nuestra ignorancia nos acerca a la muerte,
pero la cercanía de la muerte no nos acerca a Dios.
¿Dónde está la vida que hemos perdido en vivir?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en conocimiento?
¿Dónde el conocimiento que hemos perdido en información?
Los ciclos celestiales en veinte siglos
nos apartan de Dios y nos aproximan al polvo.

/Thomas Stearns Eliot/

sábado, 17 de octubre de 2009

Elogio de la lejanía

En la fuente de tus ojos
viven las redes de los pescadores de la mar del extravío.
En la fuente de tus ojos
el mar cumple su promesa.
Aquí arrojo yo,
un corazón que se detuvo entre los hombres,
mi ropa y el esplendor de un juramento:

Más negro en lo negro, más desnudo voy.
Sólo infidente soy fiel.
Yo soy tú si yo soy yo.

En la fuente de tus ojos
desvarar suelo y sueño un rapto.

Una red prendió una red:
nos separamos enlazados.

En la fuente de tus ojos
un ahorcado estrangula la soga.

Paul Celan/Amapola y memoria/

viernes, 16 de octubre de 2009

Corona

En mi mano el otoño come su hoja: somos amigos.
Extraemos el tiempo de las nueces y le enseñamos a caminar:
regresa el tiempo a la nuez.

En el espejo es domingo,
en el sueño se duerme,
la boca dice la verdad.

Mi ojo asciende al sexo de la amada:
nos miramos,
nos decimos palabras oscuras,
nos amamos como se aman amapola y memoria,
nos dormimos como el vino en los cuencos,
como el mar en el rayo sangriento de la luna.

Nos mantenemos abrazados en la ventana, nos ven desde la calle:
tiempo es de que se sepa,
tiempo es de que la piedra pueda florecer,
de que en la inquietud palpite un corazón.
Tiempo es de que sea tiempo.

Es tiempo.

/Paul Celan/

jueves, 15 de octubre de 2009

Fiat Lux

Sobre el rojo diván de seda intacta,
con dibujos de exótica graminea,
jadeaba entre mis brazos tu virgínea
y exangüe humanidad de curva abstracta…

Miró el felino con sinuosa línea
de opalo; y en la noche estupefacta,
desde el jardín, la Venus curvilínea
manifestaba su esbeltez compacta.

Ante el alba, que izó nimbos grosellas,
ajáronse las últimas estrellas…
El Cristo de tu lecho estaba mudo.

Y como un huevo, entre el plumón de armiño
que un cisne fecundara, tu desnudo
seno brotó del virginal corpiño…

/Julio Herrera y Reissig/

miércoles, 14 de octubre de 2009

Aquí

Aquí -es decir, aquí donde la flor del cerezo quiere ser más negra que allí.
Aquí -es decir, esta mano que le ayuda a serlo.
Aquí -es decir, aquel barco en el que remonté el río de arena:
amarrado
fondea en el sueño que esparciste.

Aquí -es decir, un hombre que conozco:
sus sienes son blancas,
como las ascuas que apagó.
Me arrojó su vaso a la frente
y volvió,
pasado un año,
para besar la cicatriz.
Profirió su maldición y su bendición
y no volvió a hablar desde entonces.

Aquí -es decir, esta ciudad,
regida por ti y la nube,
desde sus tardes.

/Paul Celan/Umbral en umbral/

martes, 13 de octubre de 2009

La Sombra Dolorosa

Gemían los rebaños. Los caminos
llenábanse de lúgubres cortejos;
una congoja de holocaustos viejos
ahogaba los silencios campesinos.

Bajo el misterio de los velos finos,
evocabas los símbolos perplejos,
hierática, perdiéndote a lo lejos
con tus húmedos ojos mortecinos.

Mientras unidos por un mal hermano
me hablaban con suprema confidencia
los mudos apretones de tu mano,

manchó la soñadora transparencia
de la tarde infinita el tren lejano,
aullando de dolor hacia la ausencia.

/Julio Herrera y Reissig/

lunes, 12 de octubre de 2009

Rapsodia de una noche de viento

Las doce.
A lo largo de los cauces de la calle
sostenidos en síntesis lunar,
susurrando encantamientos lunares,
se disuelven los suelos de la memoria
y todas sus claras relaciones,
sus divisiones y precisiones,
cada farol que dejo atrás
resuena como un tambor fatalista,
y a través de los espacios de lo oscuro
la medianoche sacude la memoria
como un loco agitando un geranio muerto.
La una y media,
el farol rociaba,
el farol mascullaba,
el farol decía: "Observa a esa mujer
que vacila hacia ti en la luz de la puerta
que se abre hacia ella como una mueca.
Ves que el borde de su vestido
está desgarrado y sucio de arena,
y ves que el rabillo del ojo
se le retuerce como un alfiler torcido".
La memoria arroja y deja en seco
una multitud de cosas retorcidas;
una rama retorcida en la playa,
devorada, lisa, y pulida
como si el mundo rindiera
el secreto de su esqueleto,
rígido y blanco.
Un muelle roto en el solar de una fábrica,
óxido que se agarra a la forma que la fuerza ha dejado
dura y enroscada y dispuesta a dispararse.
Las dos y media.
El farol dijo:
"Observa al gato que se aplana en el arroyo,
saca la lengua furtiva
y devora un bocado de manteca rancia".
Así la mano del niño, automática,
salió furtiva y se embolsó un juguete que corría por el
muelle.
No vi nada tras los ojos de ese niño.
He visto ojos en la calle
tratando de escudriñar a través de postigos con luz,
y un cangrejo una tarde en un charco,
un viejo cangrejo con lapas en la espalda,
agarró el extremo de un palo que le tendí.
Las tres y media,
el farol espurreaba,
el farol mascullaba en lo oscuro.
El farol canturreaba:
"Observa la luna,
la lune ne garde aucune rancune,
guiña un débil ojo,
sonríe a los rincones.
Alisa el pelo de la hierba.
La luna ha perdido la memoria.
Una desvaída viruela le agrieta la cara,
su mano retuerce una rosa de papel,
que huele a polvo y agua de colonia.
Está sola
con todos los viejos olores nocturnos
que cruzan y cruzan por su cerebro".
Viene la reminiscencia
de secos geranios sin sol
y polvo en grietas,
olores de castañas en las calles,
y olores femeninos en cuartos de ventanas cerradas,
y cigarrillos en pasillos
y olores de cócteles en bares.
El farol dijo:
"Las cuatro.
Aquí está el número en la puerta.
¡Memoria!
Tienes la llave,
la lamparilla extiende un círculo en la escalera, sube.
La cama está abierta: el cepillo de dientes cuelga en la pared,
deja los zapatos a la puerta, duerme, prepárate para la vida."
El último retorcimiento del cuchillo.

/Thomas Stearns Eliot/

domingo, 11 de octubre de 2009

Amor Sádico

Ya no te amaba, sin dejar por eso
de amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, y sin embargo, el beso
de la repulsión nos unió un instante…

Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me demudó el semblante,
ya no te amaba, y me turbé, no obstante,
como una virgen en un bosque espeso.

Y ya perdida para siempre, al verte
anochecer en el eterno luto,
mudo el amor, el corazón inerte,

huraño, atroz, inexorable, hirsuto,
jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto!

/Julio Herrera y Reissig/

sábado, 10 de octubre de 2009

El bar

Dios está e todas partes.
Pero tenemos que purificar constantemente nuestra mirada para descubrirle en todos los ambientes y en todas las personas.
No se trata de llevar a Dios a los demás. Ya lo poseen.

Se trata únicamente de rastreaarle en ellos para encontrarle y adorarle una y otra vez.
He ahí nuestro quehacer. Esforzarnos humildemente por apartar cualquier obstáculo que le impida manifestarse cada vez más.

***
Leví ofreció un gran banquete en su casa con asistencia de gran multitud de publicanos y otros que estaban recostados con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban hablando con los discipulos: "¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?" Respondiendo Jesús les dijo: "No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos, y Yo no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores" (Lc 5, 29-32)
***
Era un bar
como todos los bares de junto a una estación o cabe un puerto. Como todos los bares del mundo.
Al entrar
una muchacha se nos acercó, una pobre muchacha de ojo vendidos.
Yo sentí su mirada tocando nuestros rostros, como una mano sucia toca una tela nueva, como un dedo manchado se pasea por el muro recién blanqueado.
Ella... elegía.
Temí que nos manchase.
Por unas pocas perras un fulano achispado hizo saltar el jazz mecánico y, en un instante, el bar se inundó de luz chillona, de música desesnfrenada, de ritmo epiléptico.
Bailaban grotescas parejas, pintarrajeadas de amarillo, verde, rojo.
Y entre ellas un tipejo,
un pequeño chiquillo monstruoso, con cuerpo de niño y cara envejecida.
Saltaba como un muñeco entre las manos del diablo.
¡Señor, allí no había un céntimo de humano!
¿Dónde estaba en él el hijo de Dios?
¿Dónde en ella la hija de Dios?
Yo he querido encontrar esa pequeña criatura divina
al dar las buenas noches,
sacarla a "ella" de ella,
a "la" que se ha perdido,
definitivamente,
a "la" que ni sabemos dónde ha ido a parar.
Yo quise encontrar a la hija de Dios al fondo de sus ojos, tocarla, hallarla,
amar a esa que en ella Tú amas, a "la" que Tú has querido desde la eternidad.
En nombre tuyo, al irme, yo la estreché la mano.
Si me hubiera atrevido la hubiera, incluso, abrazado.
Y yo creo que ella -tu hija- me miró desde el fondo de los ojos de la mujer mientras yo me alejaba.
Era de noche.
Yo pensaba que a aquella misma hora benedictinos, trapenses, carmelitas, en el silencio y la pureza tocaban a Dios con su alma abierta.
Y sufrí por tu ausencia.
Todo me parecía horroroso y vacío.
Y con todo...
con todo la luz roja ha venido siguiéndome, la luz roja que salpica las calles de las grandes ciudades nocturnas,
la que marca la entrada de las casas abiertas, la que invade las salas de placer,
la que también anuncia tu Presencia en la capilla oscura de la abadía.
Oh, Señor, ¿hay entonces tan distintas luces rojas en la ciudad de los hombres:
las que llevan a Ti,
las que invitan al pecado?
¿O quizá, Señor,
a pesar del mal
a pesar de nosotros,
a pesar de todo
también estabas Tú allí
anoche
en el bar
junto a ella?
*
Sí Yo estaba allí, pequeño mío.
Pues Yo estoy donde reina la pureza, para que se me adore.
Y también donde triunfa el pecado: para rescatarlo.
/Michel Quoist/Oraciones para rezar por la calle/

viernes, 9 de octubre de 2009

consagración

Surgió tu blanca majestad de raso,
toda sueño y fulgor, en la espesura;
y era en vez de mi mano-atenta al caso-
mi alma quien oprimía tu cintura...

De procaces sulfatos, un impura
fragancia conspiraba a nuestro paso,
en tanto que propicio a tu aventura
llenóse de amapolas el ocaso.

Pálida de inquietud y casto asombro,
tu frente declinó sobre mi hombro...
Uniéndome a tu ser, con suave impulso,

al fin de mi especioso simulacro,
de un largo beso te apuré convulso
¡hasta las heces, como un vino sacro!

/Julio Herrera y Reissig/

jueves, 8 de octubre de 2009

Te pregunto, Señor

Te pregunto, Señor,
es ésta la hora
o debo esperar que tu victoria nazca
de mi muerte?

Estoy en la infancia de tu nombre.
Voy de la mano por tu desangrada noche;
me caigo, me levanto,
vuelvo a caer arrastrándote conmigo
en la ceguedad de mis pasos.

No soy como tus santas,
tus esposas,
Teresa, Clara, Catalina,
que el Ángel sostiene en vilo
sobre la oscuridad de la tierra,
mientras tu aliento
tempranamente las madura.

No soy siquiera como aquellas
que te siguen humildes
en el quehacer del pan y la casa,
pero amamantando tu esperanza
sin saber de tus graves decisiones.

Soy como soy,
yo misma,
la de siempre,
con esta muerte diaria
y la experiencia triste
que guardo en los cajones
como cartas;
con mi pelo, mi lengua, mis raíces,
y el escándalo que hago con tu nombre
para oírme;
y tu amor que revivo en mí cada mañana,
masticando tu cuerpo
como un perro su hueso.

Y nada me ha cambiado.
Me derriba en el cuerpo de mi sombra
cada acto de amor, cólera o llanto,
espadas que me cruzan y te cruzan.
De todo lo que fue,
de lo que espero,
el alma se me quema.
Y no fulgura.

/Clara Silva/ Las Bodas/

miércoles, 7 de octubre de 2009

el rigor de la corona

Le pusieron su nombre
en la pila de piedra
creada de pronto
sin saberlo
ni pedirlo
al imperio transido de la carne

Entró por la sal y el agua
al destino de su cuerpo
Como una espada suspendida
semejante al amor
era el infierno

Crecía en la libertad de sus razones
y no sabía que huésped invisible
ponía en sus manos
las llaves del secreto

Hasta que un día
entró en la oscuridad del espejo
y conoció su cara verdadera
bajo el rigor de la corona


/clara silva/juicio final/

lunes, 5 de octubre de 2009

delante de los tanques

A los que apoyaron y rechazaron mis
artículos de la Huelga Nacional, a los
que cínicamente guardaron silencio,
pero sobre todo, a los que censuraron los
artículos, porque la independencia de
Puerto Rico ni se vende, ni se comercia,
ni se cambia.


Sólo Dios podrá librarte de los tanques,
y de los agentes del F.B.I.
y de la C.I.A.
podrá librarte Dios, porque El te ha puesto
en el lugar más difícil y en la noche plus
remota te ha sembrado como a estatua.
Te ha dejado caer
cínicamente
a la escoria del deseo y su
propósito se ha hecho desconocido
para ti
(que fuiste hecho de la escoria de la luz
y del esplendor de las sombras fuiste hecho).

El Señor conoce tus angustias y ha oído el llanto
de borra de tu pueblo. He aquí que estás
hoy delante de los tanques y
delante de los espías del sueño, y
de los espías de la realidad kafkiana
con un sombrero de bombín y un bastón joyceano
y digo lo que tengo que decir,
aunque el mundo se torne más raro para ti,
y los abanicos japoneses
(de nácar, de jade)
del Maricón de Palacio,
do Equis sonríe día de fiesta,
se tornen polvo de mariposas hastiadas
y polvo de orgasmo sean como fuiste
y polvo de estrellas serán
cuando se quemen en la luz.

Más cara es la muerte
que la máscara del príncipe que fuiste.
Más rara es la sonrisa de azul
de las moscas de la muerte que el Mesía-Iván,
cibernético,
dandysta,
oscuro,
te ofrece contra tu propia dimensión.

He aquí que Dios es plus otoño que los lunes falsos,
a la cola del ángel
(la fiebre en ruina,
la sombra socavada,
-el coche del pavo real, la muerte-)
te contemplan unánimemente en los anfiteatros de la dicha.

Y los que pasan como si volvieran,
viernes sociales a las puertas del Hades
(discotecas de las niñas delgadas,
hilitas,
finitas moscas
-orgasmos de azul
con las navajas infectadas,
con las agujas infectadas,
como los falos infectados-).
El ángel Logopeia,
del ala rota,
de espejo tuerto,
baila, estipula,
dos más dos,
el algebra falsa de la ciencia
delante de los tanque de vidrio.

En el Desastre del poema
(¡oh, Dios, apiádate de Iván!)
en el deseo y
la compañía del ángel Melopeia
(espejo de Orfeo, razón de Eurídice)
imagen falsa de Narciso
(los envidiosos marchan bombín al hombro)
se derrama como sombras inventadas.
Y el día del Señor,
está marcado en el rostro de Tassis,
empozado en el alma del ángel Fonopeia:
(mariposa,
más mariposas de las sombras rosas,
blanca sombra de más mariposas espinas):
dragón del cielo y
dragón del agua dulce,
de nácar,
de jade,
del pavo real de loza
las sombras filigrana de Dios,
lujosas,
de quebrantos en los abanicos japoneses que sangran,
lujos de la imagen falsa,
deshecha,
rota.

¡Oh, Latinoamérica inmortal!
¡Oh, Ramera de los palacios encendidos!
Dios habita en el corazón del Huésped.
Y ciertamente, Equis,
herirá las cabezas mariconamente
(y levantará las sombras una vez más,
-y los leprosos, los sidistas, los poetas-),
anhelarán y desearán que
la república
se cumpla,
carnemente,
aunque esté hoy,
o mañana, delante de los tanques
(porque Tiatira se ha apartado de la voz
y miente,
y se vende,
y se manosea con los invasores
monedas falsas,
en los sueños,
en los denarios
--almas apócrifas que se venden
como en la iglesia de Sardis en México,
o en el Rico Puerto de la muerte de Colombia,
o en Brasil donde los agentes
fusilan niños de cartón
y venden páncreas podridos de cáncer
y bistec,
y langostas,
y ruiseñores petrificados en la dicha--.

Donde tu voz zarzamente delante de los filisteos,
carne de Dios tu lengua mechada,
carne de Iván electronizado
a su silla eléctrica de papel,
defectiva, inútil,
como la Venus dariana
que arrastra su pus
y contamina la comunión cuando escupe
rosas
rosas,
y más rosas de vidrio en las mariposas de lata,
cuando el Señor denuncia,
el Señor mismo,
harraposamente,
inconfundible,
eterno y prosaico,
la traición de los invasores que votan
(cubana, yanqui, dominicamente),
por un pedazo de pan,
por un pedazo de vidrio,
y por un pedazo de lentejas amargas también:
ratas dulces,
desastrosas
contra los hijos del exilio y
contra los hijos de la patria.

Delante de los espías, Dios, es más amargo que Iván,
porque yo que te he probado,
comuniónmente,
te escupo cotidianamente,
salivo,
porque no puedo Contigo.
Eres demasiado para mí,
Eres
amargo aunque escupas tu saliva santa,
contra los barcos de guerra.
¡Oh, Señor, ten piedad, y
yo iré desde lo plus profundo de la escoria,
jonasmente joven, jorobado,
Jeremías,
jeroglífico, a tu jardín
do soy el Jano tuyo
a decir lo que tenga que decir
del pasado y el povenir
(mariposa muerta contra el gobierno
-alas de tiza y de hollín,
o del Incordio Tuyo
contra los que trafican las alas en los microbios
de los vasos del templo-
a la hora de mona,
a la hora coja,
a la hora de Luzbel).

Es el día señalado donde el
corazón del Tigre,
a la iglesia de Washington,
-maldice Dios y ríe-,
porque vano es el ejército y el Pentágono, si digo:
¡Oh, Latinoamérica, levántate,
que el Señor te llama ilegalmente
(noche de seda -sueño de hilo de oro-)
si no te vendes!
Porque el ojo del Señor se
ha roto vulva,
cretinamente,
en la sangre de los mares
que pluvian amanecidos.
Demasiadas aurosas hay hoy
en que arrojo palabras
delante de los tanques:
molotov, alfileres, imperdibles,
delante de los agentes del F.B.I.,
para que no vean que el Señor
me ha colocado
pluscuamperfectamente
para que diga
en el había
del hoy
lo que tengo que decir en el ahora:
salmo de coágulos y de sueños,
y diga que soy,
el ángel del Hedor,
delante de los tanques.

Hoy también son los días crueles de abril,
hoy Elliot orina contra las rosas y el
hombre se mira ante el espejo empolvado,
acicalado,
preguntando quién lo orina, y
se ríe de sí con su sonrisa vaga.

Hoy es el día en que los sueños despertaron
y no importa que los tanques avancen,
no importa que la mare-lluvia
llueva
para arriba
y que tu casa herida
se llene de centauros rosas, y
de centauros verdes.

No importa que los tanques avancen
sobre las rosas de vidrio y
que en cada farol de Broadway
amanezca una madre ahorcada.
No importa que los tanques avancen
y disparen bombas en las vulvas de las niñas,
y que los tanques vuelen,
gaviotamente,
contra los ojos de los negros.
No importa que abril sea abril,
o que agosto sea diciembre,
la muerte vestida,
como una madre de novia,
orina impúdica, y sídicamente
orina orquídeas
y lirios,
y cruz de marta y miramelinda
(¡y miráme, Dios, con mi cara de gato!)
que las flores cantan
fábulamente hosanas en las niñas de trapo
contra la boca de los tanques,
las niñas cantan.
No importa que las madres de piedras
y las madres de panes
bailen
y que nadie oiga sus risas de Hades,
y sus risas de cielos,
y que nadie oiga lingüísticamente los gritos
(reales e irreales),
porque Dios los está oyendo en mis palabras.
Dios está diciendo,
con la boca del poeta,
lo que nadie quiere decir democráticamente.

No importa que los tanques avancen.
Es inútil,
demasiado tarde,
para que los ataúdes naufraguen
ruiseñormente en el Hudson,
naufraguen ocas en el Sena,
y pitirres de plomo
--flamboyanes en los sueños de limos de Martín Peña,
si mil carabelas ululan
en las noches en que ulularon,
por los cuentos infantiles,
grandes príncipes ebrios,
como Iván naufraga,
ebrios de amor y de tormento.

Mil carabelas exhiben las espadas de oro
y los caballos alados contra los tanques de chatarra.
Mil lenguas de madres cortadas yugularmente
a la hora de mona,
a la hora terrible del exilio,
donde ángeles oscuros
venden prepuciamente
bálanos de metal
y de cervezas.
Mil caballeros deshilan
las sombras de los niños muertos
y mil caballeros más recogen el trapo
muerto de la carne
(el nombre muerto de las madres muertas)
para que las nanas no se deshilen
en el llanto de los niños cenizados.
Y mane el mare,
y mane la lluvia, y
el fuego crezca,
pétalo a pétalo,
contra el eclipse de las rosas.

Yo sé que los tanques avanzan,
pero el viento ulula,
la muerte lenvanta barricadas
y hermosos príncipes,
como Iván,
de largas cabelleras de mapos
descuelgan los senos de las madres
y prepuciamente,
como si estuviéramos
delante del hedor,
como si estuviéramos delante de la historia,
dicen lo que tienen que decir:
Levántate, tú, ilegalmente,
Cara de Gato,
ebrio de amor siembra lirios y ocas,
y siembra más amargura,
siembra plus profundo
añejamente, Jonas,
siembra abriles, y mayos y junios,
contra los tanques que avanzan.

¡No te rindas por amor, tú que me oyes,
tampoco te rindas frente al odio
ahora que los tanques disparan contra el cielo!
Estamos frente al verano
y los flamboyanes
se levantan inquietantes
contra las murallas de las sombras
y contra los lirios de las murallas,
mientras los atalayas,
de uno en uno,
contemplan los ojos de la muerte

(24 de noviembre de 1997, 17 de marzo de 1998, 16 de julio de 1998. Nueva York).

/Ivanóskar Silén Acevedo/

domingo, 4 de octubre de 2009

Tu nombre

Trato de escribir en la oscuridad tu nombre.
Trato de escribir que te amo.
Trato de decir a oscuras todo esto.
No quiero que nadie se entere,
que nadie me mire a las tres de la mañana
paseando de un lado a otro de la estancia,
loco, lleno de ti, enamorado.
Iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote.
Digo tu nombre con todo el silencio de la noche,
lo grita mi corazón amordazado.
Repito tu nombre, vuelvo a decirlo,
lo digo incansablemente,
y estoy seguro que habrá de amanecer.


/Jaime Sabines/

sábado, 3 de octubre de 2009

en medio de la calle

El mundo ha llegado a un desorden tal que muchos hombres se han visto obligados -para ganar su mendrugo- a trabajar directa o indirectamente en la preparación de armas cuyo único fin es asesinar física o moralmente a otros hombres. Prisioneros de sistemas económicos concebidos en pecado, se ven obligados algunos a la mentira y al robo.


Hace falta que unos y otros sufran hondamente esta trágica situación.
Solidarios con este Mundo del que no tienen derecho de evadirse solos, deben tomar conciencia del pecado que les rodea para sentirse responsables de él. Y, lo mismo que no hay auténtica contribución más que a condición de esforzarse por cambiar de vida, no cabe auténtico dolor ante el pecado de todos más que a condición de trabajar para transformar las estructuras inhumanas.
Es éste un deber inaplazable del que nadie puede librar a un cristiano.

***

Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad construida sobre un monte no puede ocultarse, ni se enciende una lámpara y se la pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a cuantos hay en la casa. Así ha de lucir vuestra luz ante los hombres. (Mt 5, 14-16)

***
Haciendo eses en medio de la calle
iba cantando a gritos con su voz de borracho empedernido.
La gente se volvía, se detenía, se divertía.
Un agente llegó hasta él de puntillas, por la espalda.
Lo cogió brutalmente por los hombros, lo llevó al calabozo.
Él iba aún cantando.
La gente aún reía.
Yo no reí.
Pensaba, Señor, en esa esposa que inútilmente esperará esta noche,
pensaba en todos los borrachos de la ciudad
los de las tabernas y los bares
los de los salones y los guateques.
Yo pensaba en su vuelta a sus casas por la noche,
en los niños asustados
en la cartera vacía
en los golpes
en los gritos
en los llantos
en los niños nacidos de abrazos entre eructos.
Ahora, Señor, Tú has extendido tu noche sobre la ciudad
y, mientras se urden y entrelazan estos dramas,
los hombres que han fabricado ese alcohol,
los que lo embotellaron,
los que lo vendieron,
dormirán tan tranquilos.
Yo pienso en todos ellos y me dan pena,
ellos han fabricado y vendido la miseria,
ellos han fabricado y vendido el pecado.
Pienso también en tantos cómo trabajan
para la destrucción y no para construir,
para ensuciar y no para ennoblecer,
para embrutecer y no para aclarar,
para envilecer y no para engrandecer.
Pienso sobre todo, Señor, en la multitud de hombres
que trabaja para la guerra,
en los que para alimentar a su familia deben trabajar en destruir a otros,
en los que para vivir deben fabricar muerte.
Yo no te pido, Señor, que los saques a todos de su horrible tarea,
sé que es imposible.
Pero haz, Señor, que se lo piensen un poco,
que no duerman tranquilos,
que luchen contra el desorden de este mundo,
que sean un fermento,
que sean redentores.
Oh, Señor,
por todos los heridos de alma y cuerpo, víctimas del trabajo de sus hermanos,
por todos los muertos cuyas muertes fabricaron a sabiendas los hombres,
por este borracho, payaso grotesco en mitad de la calle,
por la humillación y las lágrimas de su esposa,
por el miedo y los gritos de sus niños,
por todo esto, Señor, ten piedad de mí que tantas veces me duermo,
ten piedad de los infelices que, a ciegas, son cómplices de un mundo en el que los hermanos se asesinan para ganarse el pan.
/Michel Quoist/ Oraciones para rezar por la calle/

viernes, 2 de octubre de 2009

espero bajo la lluvia blanca

bajo la lluvia blanca espero cuchillos como tu lengua
veo a los bufones revolotear creciéndose con mitos falsos
brego con espasmos en la oscuridad de escaleras sin luz
mientras patronas enloquesidas por el dólar
son enhebradas en calientes agujas de esperma,
que vengan esos borrachos mañaneros
restregándose la luz del sol de ojos como telarañas,
ven querida, ven gloria patri, ven suerte
que venga lo que sea,
así es como se hace
-puntas que se clavan como armadillos
en el trasero de una mente benedictina,
y nieve nieve nieve nieve nieve
echa sobre mí cuanta nieve pueda soportar,
boca de pan de gengibre, poya como un pato,
uvas pasas por botones, hilo por cuerdas del corazón,
malditas olas de sangre atrapadas en ellas
como un pez en la Marea de Todos los Lugares
bajo la lluvia blanca espero cuchillos como tu lengua
y los camiones pasan
con caras de bancarrota
el vapor de su esencia como nauseabundo sudor
apestoso y rancio la muerte en mis calcetines
todos los tambores del infierno
no pueden despertar ni siquiera un ritmo en mí
me he esfumado
como un viejo y pálido pez de color
muerto y tieso como tía Helen
mirando con ojos sin vida al centro de mi cerebro
expulsado por las cañerías como un deshecho más del hombre,
el hombre mojón, el aleinto de la vida,
y por qué no nos volvemos locos como cucarachas, por qué no hay
suicidios nunca lo sabré
bajo la lluvia blanca espero cuchillos como tu lengua,
estoy acabado; como un vado cualquiera que corta un río
estoy acabado para siempre,
este terrible esperar el final de una película rancia,
todo el mundo pidiendo belleza y victoria a gritos
como niños que pidieran caramelos,
mis manos abiertas
imperturbables manos
imperturbable mente
imperturbable umbral
enviad vuestras flores a Shakey Joe
o a Mantequilla-con-Nueces Carlyle
que es posible que le den un fin práctico
antes de que todo, el mundo entero,
esté muerto.


/Charles Bukowski/ Madrigales de la pensión/