miércoles, 2 de septiembre de 2009

a la hora de cenar

En el cuchillo hay energía viril, erecta, y en el tenedor silencio absoluto.
El tridente con un diente extra, el tenedor laborioso dialoga sin palabras con el sonido del cuchillo, lo espera, aguarda que corte y lo corrige.
Más tarde, lleno de oscuras verdades, llega a la boca.

El cuchillo corta y el tenedor resiste.
El cuchillo separa y el tenedor transporta.
El cuchillo se hunde y el tenedor emerge.
El cuchillo descuartiza y el tenedor alcanza.
El cuchillo grita y el tenedor solloza.
El cuchillo penetra y el tenedor planea.


El cuchillo es arma y el tenedor inocencia.

Son dos palabras de metal, pero distintas:
una seca y violenta, otra en silencio.
Son dos palabras de metal, pero una asesina.
El tenedor murmura mientras aúlla el cuchillo.
El cuchillo es lobo y el tenedor cordero.
¿Qué existe en el cuchillo, que da tanto miedo?
¿Qué emana de su presencia, del filo de sus ideas?
¿En qué consiste el cuchillo sumido
en el tiempo de su instrumento?
¿Y qué representa el tenedor que no cesa?

Ambos son herramientas del mismo metal
pero el cuchillo parece más fiero
en cambio el tenedor se muestra casi dormido, recién
despierto
más dulce y suave en la carne misteriosa del metal
más comedido y terso.

El cuchillo no duerme.

En la vida esas dos palabras, tenedor y cuchillo
cuchillo y tenedor
se encuentran
no terminan de separarse:
se buscan, se olfatean, se quieren
se odian
rozan, palpan y friegan sus pieles
de metal artístico, macho y hembra.

La lechuga moribunda yace, cercenada
la carne sangrienta en el plato.


/Rafael Courtoisie/ Música para sordos/

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