jueves, 15 de julio de 2010

Otra balada

Aquí termina el testamento,
y también acaba el pobre Villon.
Vengan a su entierro
cuando oigan las campanas,
vestidos de rojo escarlata,
pues murió mártir de amor.
Esto juró sobre sus propias bolas,
cuando del mundo quiso partir.

Y bien sé que no miente,
pues fue perseguido como un leproso,
odiado por aquella a quien amaba;
tanto que, de aquí al Roussillon,
no hay arbusto ni espina
que no tenga -y dicho sin mentir-
un jirón de su ropa,
cuando del mundo quiso partir.

Así es y tan verdadero,
que al mori no tenía más que harapos.
Y es más, al morir, aún de esta manera
le seguía picando el aguijón del Amor;
más agudo y firme que un punzón
de talabartero, se lo hacía sentir,
ajustando más fuerte que el cinturón,
cuando del mundo quiso partir.

Príncipe, gentil como el halcón,
escucha lo que hizo antes de morir:
se tomó un trago de vino tinto,
cuando del mundo quiso partir.

/Francois Villon/

No hay comentarios: