lunes, 9 de noviembre de 2009

Vagabundos

¡Lamentable hermano! ¡Cuántas veladas atroces le debo! "Yo no asumía fervientemente esta empresa. Yo me había burlado de su invalidez. Por mi culpa volveríamos al exilio, a la esclavitud." Me atribuía malas rachas y una inocencia muy extrañas, y añadía razones inquietantes.

Yo respondía con burlas a ese satánico doctor y terminaba tomando la ventana. Yo creaba, más allá del campo que atravesaban bandas de música rara, los fantasmas del futuro lujo nocturno.

Tras esa distracción vagamente higiénica, me echaba sobre un catre. Y, casi todas las noches, apenas me dormía, el pobre hermano se levantaba, la boca podrida, los ojos arrancados - ¡tal como se soñaba! - y me arrastraba hasta la sala aullando su sueño de desdicha idiota.

Yo había tomado, en efecto, y con toda sinceridad de espíritu, el compromiso de devolverlo a su estado primitivo de hijo del Sol, - y nosotros errábamos, alimentados con el vino de las cavernas y el bizcocho de la ruta, yo, apurado por encontrar el lugar y la fórmula.


/Arthur Rimbaud/Iluminaciones/

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